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viernes, 21 de febrero de 2014

Cuando sale el Sol

A veces se nos nubla el día nada más empezar. Los niños lloran porque quieren dormir más o se despiertan a horas en las que no sabes ni mirar la hora que es, ni en qué mundo te encuentras.

Pero no hay nada que una sonrisa o un abrazo de tus hijos no cure. Saben cómo conquistarnos, por muy enfadados que estemos o por muy mal que se porten, siempre encuentran la manera de hacerte "débil". 

El otro día la peke estaba muy cabreada y todo le iba mal. Todo porque no había hecho siesta y el cansancio salía de su cuerpo en formas insospechadas: gritos, golpes, pataletas... Todo un sinfín de cosas que te ponen los nervios bien moviditos.

Entonces entró en una espiral sin salida. Se enfadaba con ella misma de lo cansada que estaba. La hicimos parar, porque los que empezábamos a perder la paciencia éramos su padre y yo. Le dijimos que se sentara en el escalón de la escalera para que viera lo que estaba haciendo y cuando se fue a sentar (muy, pero que muy enfadada) no calculó bien el espacio: se cayó al suelo de culo y no sobre el escalón.

En ese momento el bicho y yo nos miramos y nos partíamos de la risa, de la cara de flipada que se le había quedado cuando se vio en el suelo, en lugar del escalón jajajajaaaa. Pero nos aguantamos la risa, para que su cabreo no fuera a más. Pero de repente se levanta toda digna y dice: "¡NO TIENE GRACIA!". Fue entonces cuando no sabes si girarte hacia otro lado para no ver la cara de tu pareja y partirte de risa o lo que hicimos nosotros, reinos a tooooopeeeee contagiando con nuestras risas tanto al enano como a la peke.

Entonces fue cuando salió el Sol en casa, riendo todos un buen rato, como el final de los epidodios de los capítulos de Peppa Pig! 


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